Es indudable que el gran triunfador de la gala fue Francesc Gay i Puig, nombre que le dieron sus padres, pero mundialmente conocido como Cesc Gay a secas. Es muy común en estos los Goya que haya siempre una película que destaque con el número de premios ganados y la inercia lleve a que lo ganen casi todos los que han estado involucrados. Digo esto porque no es común que dos actores de la misma película se lleven el premio en categorías distintas, pero cuando vi que Javier Cámara estaba nominado a Mejor actor de reparto y Ricardo Darín a
Mejor actor principal, lo vi claro. Se lo iban a dar a los dos. Y no digo esto porque me moleste, me encantaron en Truman, sino porque deberían haber estado compitiendo por el galardón a Mejor actor principal, los dos son protagonistas de esa maravillosa película, pero la academia decidió hacer un pequeño truco de magia. Ya sabéis, las cosas del cine, del mundo entre bambalinas y lo que hay detrás.
La gala comenzó bien, sobretodo para Palmeras en la nieve, la soporífera superproducción de Mario Casas, consiguiendo el Premio a mejor canción (bueno, tampoco empezaba tan bien, salió a recoger el premio Pablo Alborán y me quedé sordo por los gritos de las vecinas y algún que otro vecino). Antes de ese primer premio, la presentación de la gala con un número musical que, sinceramente, me pareció algo anodina. Después sucedió algo no visto hasta la fecha; el ganador a Mejor actor revelación lloró de emoción, fue un lloro sincero, feliz, de quien ve su vida desperdiciada y aparece un ángel de la guarda para darle una vida, como dijo Miguel Herranz, protagonista de la Opera prima de Daniel Guzmán, A cambio de nada, a quién agradeció la oportunidad que le había dado. Guzmán -acompañado por su abuela, nominada a Mejor
actriz revelación por la película de su nieto- y Herranz compartieron lágrimas y mucosidades, puesto que el primero también se alzó con una estatuilla, la de Mejor director novel -fueron los dos momentos más emotivos de la gala, con el tradicional homenaje de los que nos han dejado en el mundo del cine-. Fue una sorpresa para los dos -y para mí el primero- porque nadie daba un duro por ellos entre otros grandes trabajos como El desconocido o Techo y comida. Es más, se lo hubiese dado a Leticia Dolera, no porque Requisitos para ser una persona normal sea la caña de España, sino porque es una película diferente, divertida y con un estilo más cercano al indie americano que a la comedia casposa española. Pero creo que, como todo, es cuestión de gustos, y todos se lo merecían -hay que ser políticamente correcto-.
Quien pensase que esta sí que sí no iba a ser una gala narcotizante, se equivocaba, no sé por qué se empeñan en que nos durmamos en algún momento de la gala, como le pasó a un servidor. Entre Goya a mejor sonido, vestuario, montaje y demás premios técnicos, llegaron los más importantes, y ahí hizo acto de presencia la película de Cesc Gay, llevándose los Goyas a Mejor actor principal, actor de reparto -como ya os he comentado-, guión original, director y película. Y porque Guión adaptado era imposible que se lo diesen, que si no, también. En eso fue afortunado Fernando León de Aranoa, lo ganó por el guión de Un día perfecto. ¿Creo que Truman es la mejor película del año? Pues buena es, pero hacer venir a Tim Robbins para que Dani Rovira le haga bromas sobre el gazpacho y ver cómo desfilan a recoger los premios los actores de otra película, pues es un poco feo, vale que no le den el Goya, pero intentar entender a Rovira mientras hablaba inglés fue una tortura, al actor español se le da mejor el vasco y el catalán. Que conste una cosa, Truman es una película maravillosa donde Ricardo Darín y Javier Cámara son los protagonistas absolutos y el alma de la película, con mención
especial al perro, por eso creo que los Goyas de ambos son merecidos.
En el ala femenina de la gala, las premiadas fueron Irene Escolar como actriz revelación por Un otoño sin Berlín; Luisa Gavasa por La novia –de los pocos premios que se llevó la gran favorita-; y Natalia Molina por Techo y comida -en detrimento de la otra ilustre invitada, Juliette Binoche, que también se aburriría como Tim Robbins-, actriz que el año pasado ganó el Goya a Mejor actriz revelación por una de mis películas favoritas desde entonces, Vivir es fácil con los ojos cerrados –eso sí que es llegar y besar el santo-. En mitad de algún sueño vi a Mariano Ozores recibir, emocionado, su Goya honorífico a toda una carrera entre focos y cámaras, merecido desde mi punto de vista, disfruté como un enano con Yo hice a Roque III. Si queréis ver todos los nominados y los ganadores, pinchad aquí.
Decepciones, algunas. Los chistes de Rovira fueron de baja calidad, salvo alguna cosa -aunque no creo que se merezca los insultos que han circulado por internet-, los números musicales me parecieron creados para el Un, Dos, Tres, y uno, cuando pone los Goya media hora antes de su inicio, espera ver la alfombra roja con los vestidos, las entrevistas y los chismorreos, pero en Televisión Española me pusieron a dos señores mayores hablando sobre los posibles pactos en el congreso de los diputados, fue el momento de mi primera cabezada. Así que nada, la vida está llena de decepciones, espero que esta entrada no sea una de las vuestras. Hasta otro día en este lugar llamado FromLostToTheCine.
Goya 2016, El despertar de Cesc Gay. by Daniel Rodríguez Lorenzo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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