Llevo muchos años viendo la gala más importante del cine norteamericano, todavía recuerdo ese primer Oscar de Pedro Almodóvar (no era mi primera gala), me dormí justo antes de escuchar cómo Penélope Cruz decía: the oscar goes to… ¡Pedro, Pedro! y me desperté cuando los presentadores lo estaban celebrando -no me lo toméis en cuenta, estaba medicado y con la pierna escayolada por una lesión-. Aún así, ese año disfruté mucho. Los siguientes también, aunque no me hacía mucha gracia como presentadora Ana García-Siñeriz. Con el paso del tiempo, y después de haber visto la previa de este año en el nuevo canal #0, echo mucho de menos a Ana, a ella y a Jaume Figueras, los dos formaban una gran pareja, se notaba que había química. Ahora presenta la gala, en Movistar+, Raquel Sánchez Silva, presentadora que hizo un buen trabajo en Pekín Express, pero que en los Oscars no llega al aprobado. Además, estaba acompañada por un insulso y anodino Ernesto Sevilla -creo que el directo no es lo suyo-, Carlos Areces -de lo mejor en el programa-, Pepe Colubi -discreto y con alguna salida de tono-, y por allí pasó el estilista Josie para comentar la alfombra roja -no dejó hablar a nadie, estaba indignado con los trapitos que llevaban las estrellas-. Conectaban de vez en cuando con Cristina Teva, que se encontraba a pie de alfombra para entrevistar a cualquier buen samaritano que se parase a hablar con ella -Jared Leto fue especialmente borde y pasota-. Fue un previo algo soso, no mejoró durante la alfombra roja ni la gala, en ocasiones parecía que no sabían de lo que hablaban, sobretodo Sevilla. Hubo un momento en el que
vi la luz cuando conectaron con Cristina Teva en la alfombra roja y apareció Guillermo de Mulder –the fucking master of the universe en Hollywood-, pero solo fue un espejismo, saludó, comentó un par de cosas y desapareció tan velozmente como había aparecido. Con este comienzo, nada halagüeño, tuve miedo de lo que depararía la gala.
La noche prometía más de una broma sobre el tema racial por parte del presentador, Chris Rock, pero lo que no podía imaginar era que el tema central de la gala sería ese. Durante la alfombra roja hubo alguna mención, pero lo más destacado fueron los vestidos de las estrellas y el susto que me di al ver a Whoopi Goldberg -parecía que se había comido a Ted Danson-. Bromas políticamente incorrectas aparte, comencé a aburrirme con tanto vestido y postureo. Menos mal que la gala comenzó a su hora, con Chris Rock vestido con un esmoquin blanco impoluto y escupiendo sus bromas sobre la polémica racial de este año -Will Smith y Spike Lee, entre otros, no acudieron a la gala en protesta por la ausencia de
nominados afroamericanos-. El chiste que más me gustó es cuando se preguntó ¿por qué protestan ahora porque no haya afroamericanos nominados si en, por lo menos, setenta y pico galas tampoco los había? Se contestó a si mismo, porque en los años 50 y 60 protestaban por cosas realmente importantes, ya que violaban y colgaban a los afroamericanos. Hubo risas nerviosas, las mismas que sonaron cuando Rock hizo alguna broma mal intencionada sobre Will Smith -sobre su sueldo astronómico en Wild Wild West-. Finalizó su monólogo filosofando sobre lo acertado, o no, de las categorías por género, argumentando que esto no es como el deporte y lo relacionó con una categoría para gente de color -algo que sería peor todavía, ¿os imagináis una categoría solo para afroamericanos? Me recordaría demasiado a cuando se tenían que sentar al final del autobús o en una zona acotada en los restaurantes-. Un tema delicado que el presentador exprimió al máximo en su presentación y a lo largo de la gala.
Y llegó el primer premio, el de guión original. La ganadora fue Spotlight, esa historia sobre unos periodistas que destaparon el mayor escándalo de abusos sexuales por parte de algunos sacerdotes en Boston. No fue una sorpresa, era una de las favoritas. El premio a mejor guión adaptado fue a parar a La gran apuesta, una historia de hipotecas y crisis que en versión original cuesta seguir -os recomiendo ver Inside Job antes de ver esta buena película, os ayudará a entenderla mejor-. No era una de mis apuestas para esta categoría, pero tampoco me voy a tirar de los pelos. Después vendría alguna broma más sobre los afroamericanos, la actuación de Sam Smith cantando la canción de la película Spectre, que se llevaría el Oscar a mejor canción en detrimento de Til it happens to you, interpretada por Lady Gaga en una actuación más notable que la de Smith. Antes del carrusel de premios para Mad Max –se llevó seis Oscars, todos técnicos (mejor vestuario, diseño de producción, maquillaje, montaje, edición de sonido y mezcla de sonido), solo se le
resistió el de mejor fotografía, para El renacido (luchaba con Roger Deakins, Sicario, que era su decimotercera nominación y nunca lo ha ganado, para que luego digamos que Leonardo DiCaprio lo tenga que ganar porque es su quinta nominación), y mejores efectos especiales, para Ex machina- le dieron el Oscar, a mejor actriz de reparto, a Alicia Vikander, nuestra chica sueca, por su interpretación en La chica danesa.
Esperando con impaciencia los premios gordos de la noche, fui viendo cómo Del revés ganaba el Oscar al mejor largometraje de animación, he perdido la cuenta de las veces que Disney ha ganado ya esta categoría; Ennio Morricone recibía su primer Oscar por su banda sonora en Los odiosos ocho (dato curioso, creo que es el único que ha ganado un Oscar después de haber recibido uno honorífico); Amy, mejor documental; El hijo de Saúl, mejor película extranjera; y Mark Rylance (El puente de los espías) le quitaba el Oscar a Sylvester Stallone como mejor actor de reparto -otra de las sorpresas de la noche, con la que estoy totalmente de acuerdo, aunque se lo hubiese dado a Mark Ruffalo-. Todo estaba preparado para saber si el ego, ya de por sí alargado, de Alejandro G. Iñárritu se agrandaba aún más. El Oscar a mejor actriz de Brie Larson estaba cantado, pensé que se iba a subir con su pequeño compañero de reparto colgado de la chepa -al que debe medio Oscar-,
pero se contuvo. ¡DiCaprio por fin ganaba su Oscar! -Kate Winslet lloraba de emoción, la química que surgió en Titanic sigue intacta. No me gustaría estar en la piel de su marido-. Su discurso fue sentido y muy reivindicativo, apeló a nuestra conciencia para cuidar el planeta. Iñárritu ganó como mejor director, pidió que se diese la misma importancia al color de la piel que al largo del pelo -él siempre tan metafórico-. Y solo quedaba saber qué película era la mejor del año, Iñárritu estaba bien posicionado, pero Mad Max había logrado seis Oscar, el doble que El renacido. Pues se lo llevó Spotlight, para sorpresa del respetable y de un servidor, aunque ya había salido en alguna quiniela de alguna revista famosa de cuyo nombre no quiero acordarme porque la puse en duda, soy así de rencoroso (Variety).

La gala terminó como empezó, con un premio para Spotlight. En el fondo me alegro, aunque no era mi apuesta, se lo merece. Completamente olvidada por la academia queda una película más que decente, Carol. No se llevó ninguno de los pocos premios a los que optaba, al igual que le ocurrió a Brooklyn, pero me parece más escandaloso el olvido de la primera y de su director. La gala estuvo mejor que en otras ocasiones, Chris Rock hizo un gran trabajo a pesar del tema recurrente sobre la polémica racial. Todos acabaron felices y comieron galletas de girl scouts –durante la gala se vendieron a precio de oro, parece que son adictivas-.
PD: el momento In memorian estuvo amenizado por Dave Grohl, interpretando Blackbird de los Beatles. ¿El título va con segundas? ¡Yo que sé…! Ya estoy paranoico con tanta broma.
Oscars 2016. Una gala en blanco y negro. by Daniel Rodríguez Lorenzo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License. Creado a partir de la obra en www.fromlosttothecine.com.