El año pasado, por estas fechas, solo se hablaba de una cosa en Hollywood, la absoluta ausencia de personas de color -negras, afroamericanas, como se quiera adjetivar sin ofender a nadie- en los nominados a los Oscars. Es verdad que este bloguero no se fija en esos temas, puesto que el tema racial lo considero algo del pasado más trasnochado de nuestra sociedad, pero es indudable que sigue siendo un tema controvertido y un problema sin resolver, porque, no nos engañemos, el racismo está ahí y no nos lo quitamos ni con agua caliente. Resultó que la comunidad afroamericana se puso en pie de guerra -se creó un hastag, #OscarSoWhite, y parece que algo influyó durante el Festival de Sundance de 2016, ya que, en plena vorágine -que no aborigen- racial, una película se alzó por encima de todas, El nacimiento de una nación. Sí, habéis oído bien, es el mismo título que la genial, racista y espectacular obra de D.W. Griffith. Pero tiene connotaciones algo distintas… bueno, en realidad son diametralmente opuestas. La película fue la sensación gracias a ese polémico empujoncito extra y fue adquirida por unos 18 millones de dólares -un record-. La película trata sobre una revuelta de esclavos en la América de 1831. De ahí que fuese utilizada como bandera de las capas más influyentes afroamericanas y periodísticas para protestar contra la injusticia de los Oscars de ese año. En ese momento comenzó una campaña de encumbramiento, tanto de la película como de su protagonista y director, Nate Parker, y se postuló como seria candidata a los Oscars de este año.
Pero, como suele decirse, cuanto más alto subas, más dura será la caída, y, además, todo lo que sube, baja, menos los Beatles, ellos siempre estuvieron en lo más alto. Ponerse en el escaparate de Hollywood tiene cosas buenas y no tan buenas. En este caso, el pasado de Nate Parker apareció de la nada. La prensa sensacionalista desempolvó un terrible acontecimiento de los años universitarios del director. Parece ser que fue acusado, junto a un compañero, de violación. Al final, fueron absueltos, pero la presunta víctima se suicidó. Tampoco he profundizado en los hechos, pero su gravedad es indudable. A partir de ahí, y gracias a la presión mediática, el director y la película estuvieron malditos, tan malditos que ha pasado un año hasta que se ha estrenado en los cines, y, por supuesto, no hay rastro de ella en las nominaciones a los Oscars de este año. Esto es el tema de siempre, ejercemos de jueces y apartamos la obra de alguien por un hecho del que tampoco tenemos todos los datos. De este tema ya escribí en anteriores entradas, como cuando el boicot de La reina de España o el absoluto linchamiento mediático y profesional a Mel Gibson por sus problemas con el alcohol. Mi opinión es que vayáis a verla, se estrena hoy y es una buena forma de disfrutar de buen cine. Los errores del pasado de un director no condicionarán la elección de las películas que quiero ver. Podré pensar que el director es un idiota, racista, alcohólico o lo que sea, pero si me gusta su cine, lo veré, no es que me vaya a vivir con él. Solo tengo una excepción, Jesse Eisenberg, los que me conocen saben por qué -yo también tengo mis contradicciones-.
El caso es que al no tener posibilidades de ganar un Oscar con El nacimiento de una nación, la prensa ya la ha sustituido por otra con tema racial de fondo, la maravillosa Moonlight. Película que nos cuenta la azarosa vida de un chico afroamericano entre drogas, acoso escolar y amor no correspondido, en tres momentos de su vida: niñez, adolescencia y madurez. Es de esas películas que te hacen sentir, pensar y disfrutar de la manera en la que están filmadas. Hay escenas que me recuerdan a la fotografía de las películas de Wong Kar-Wai, como My Blueberry Nights, otras me recuerdan a Terrence Malick, sin llegar a ser tan poético. Con tan solo 5 millones de dolares, su director, Barry Jenkins, ha conseguido llamar la atención de la crítica y el público. Ha creado una película con grandes momentos, como la escena del niño aprendiendo a nadar. No es de extrañar que se llevase el Globo de Oro a Mejor película dramática, pero los Oscars son otro cantar… si tenemos en cuenta que está La La Land. Sin quitar mérito a Moonlight y a El nacimiento de una nación, tengo un sentimiento agridulce con ellas, puesto que demuestran el enorme poder de los medios y las productoras para meternos por los ojos, los oídos y las venas -si fuera necesario-, las películas que ellos quieren. Que Nate Parker tiene un pasado turbio, pues nos lo cargamos, a él y a su película, y ponemos una sustituta del mismo palo para contentar a todo el mundo. En fin, me siento un poco marioneta, pero es verdad que las dos películas merecen ser vistas. Yo he visto El nacimiento de una nación primero por llevar la contraria. Moonlight se estrenó la semana pasada, así que la tenéis también en los cines.
Y como no hay dos sin tres, la semana que viene se estrena Fences, que dirige y protagoniza Denzel Washington. Drama social, que fue llevado al teatro con los mismos actores, donde nos muestran la relación entre padres, hijos, hermanos y amigos afroamericanos, en 1950. Un siglo después de la guerra de secesión todavía seguían las diferencias raciales. Un afroamericano no podía conducir el camión de la basura, así de simple. De esta manera comienza la historia de la familia de Troy (Denzel Washington), con más miserias de las que parecen. El guión es muy bueno, pero la puesta en escena es muy plana, queda demasiado patente que es una obra de teatro. Denzel no se arriesga visualmente y todo el atractivo de la película se basa en los actores y el guión. El trabajo ha sido recompensado con nominaciones a los Oscar: mejor película -creo que es demasiado-, mejor actor, mejor guión adaptado –completamente merecido- y mejor actriz de reparto -Viola Davis-. Así que si los Oscars de 2016 eran demasiado blancos, este año les han dado algo de color, ¿merecido? Pues creo que sí, aunque es indudable que la polémica del año pasado ha podido influir en alguna cosa. ¡Pero qué demonios, viva la diversidad! Lástima que haya siempre que protestar para que el mundo sea un poco más justo.
Me despido, espero que algún día el color de la piel no condicione las acciones. Además, como dicen en Moonlight, bajo la luz de la luna todos los chicos negros parecen azules. O como diría mi abuela, por la noche todos los gatos son pardos. Hasta la semana que viene.
Entrada patrocinada por Compañíaespreso, un café de cine para la oficina.
El nacimiento de una polémica by Daniel Rodríguez Lorenzo is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License. Creado a partir de la obra en www.fromlosttothecine.com.