Es muy común, en el mundo del cine, que grandes aciertos vengan de errores o decisiones que no se querían tomar, como que un director no quiera hacer algo que el productor sí, normalmente gana el segundo, y al final sea la decisión correcta. Por todo esto, la entrada de hoy se llama así, citando la famosa frase del personaje mundialmente conocido como Steve Urkel, de la serie Cosas de casa -Family Matters en su título original, mucho más acertado, por cierto-.

En 1971, el crítico de cine José María Caparrós Lera entrevistó a King Vidor en san Sebastián. King vidor fue uno de los directores más conocidos del cine mudo y continuó su fabulosa carrera con la llegada del cine sonoro. Durante el Festival de cine de San Sebastián, José María Caparrós pudo compartir unos minutos con su admirado director. En un momento de la charla, el crítico le preguntó sobre su película Duelo al sol (1946), afirmando que fue la precursora de la violencia y el erotismo del cine posterior. Al preguntarle qué razones tenía para hacerlo en la película, Vidor contestó categóricamente: «Ninguna. Fueron imposiciones de los productores». Puedo imaginar la cara de poker del entrevistador, quizás se preguntó «¿he sido yo el que ha hecho esa pregunta?». El caso es que Vidor no quería y contrataron a otro director para hacer una escena violenta en la película. El famoso director no tuvo más remedio que filmar las escenas eróticas que el no quería -entendiendo lo que era el erotismo en 1946-, pero en 1971, un crítico español le hizo ver que fue un acierto. Por suerte, la entrevista no acabó aquí, Vidor encajó bien el golpe, y el crítico pudo terminarla y publicar un libro, Una historia del cine a través de ocho maestros. Otro día os hablo de Berlanga, Truffaut, Tati, Fellini, Robert Altman y compañía.

Sigo hablando de los productores, en ocasiones son figuras que pueden cercenar la creatividad de los guionistas, directores…incluso de los maquilladores. Eso tenía toda la pinta de pasar en el rodaje de Dallas Buyers Club, donde solo había 250 dólares de presupuesto para el maquillaje -has leído bien-. Imagino al equipo de maquillaje viendo el presupuesto que tenían para realizar su trabajo y diciendo what the fuck! Tenían dos opciones, hacer una chapuza de maquillaje -vale que el personaje de Jared Leto tenía que ir maquillado como una choni, pero, para hacer esto, creo que se necesitarían más de 250 dólares con la cantidad de maquillaje que se necesita- o ser creativos y realizar un trabajo digno de los Oscars. Optaron por la segunda opción y lo ganaron. También ganó el Oscar Matthew McConaughey -si he escrito bien su nombre es un milagro del autocorrector-, como actor principal, y Jared Leto como actor de reparto -su maquillaje de Yo soy la Juani funcionó-. La película fue un éxito a pesar de lo mal repartido que estaba el presupuesto. Quizás, en esta ocasión, un mal trabajo del productor al asignar tan poco dinero al maquillaje, potenció la creatividad del equipo y no la cercenó.

Ahora vamos con la lucha que siempre hubo entre los directores y los actores. En Indiana Jones, en busca del arca perdida hay una escena mítica en la que Harrison Ford mata de un disparo a un enemigo que alardeaba de movimientos con la espada antes de atacarle. Esta escena no estaba preparada así, realmente tenía que haber una pelea típica entre el malo y el bueno, con coreografía incluida. No hubo lucha de egos entre Harrison Ford y Steven Spielberg, simplemente el primero estaba teniendo problemas intestinales -ahora sé la causa del sudor que brillaba en la cara de Indiana- y se le ocurrió la idea de cortar por lo sano, así podría ahorrarse horas de grabación e ir corriendo a su propio arca a evacuar. La escena se convirtió en la más comentada de la película, nunca una diarrea había aportado tanto al cine. El contrincante no acabaría muy contento con el cambio de escena después de horas de ensayo con la espada. Cosas del cine, o de casa. Aquí tenéis la escena.
Me despido, queridos y pacientes lectores. Como veis, los errores o contratiempos pueden traer algo bueno, en esta ocasión solo os he contado finales felices, en otro momento os contaré errores que costaron millones a los productores. Me despido con una frase que decía el personaje de Edward Bloom en Big Fish:
Hay momentos en la vida en el que un hombre razonable debe admitir que ha cometido un error terrible, ¡La verdad es que yo nunca fui un hombre razonable!
Entrada patrocinada por Compañíaespreso, un café de cine para la oficina.

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